viernes, 24 de junio de 2011

Reflexiones en torno al rol del Cineclubismo en la Educación pública

La violenta represión del estado en contra de miles de manifestantes que salen a las calles como no ocurría desde aquellos años en que se intentaba derrocar la dictadura cívico militar (paradójicamente, periodo donde se instala el sistema actual de educación), proporciona un espacio urgente de reflexión que debiese hacerse también desde nuestro campo, el cine,  en su relación con los movimientos populares y las demandas planteadas en pro de modificar un sistema educacional clasista y mezquino. Si bien es cierto que muchos actores sociales y políticos han volcado sus demandas a la calle, una fracción no menor de burócratas y snobs hacen suyos emplazamientos que en la práctica se les plantean en contradicción con sus intereses particulares y burgueses, alejando con ello una reflexión mayor en torno al rol de los educadores, la concepción de la formación y en particular en el objetivo de la formación.




En esta forma de enfrentar los graves problemas por lo que atraviesa la educación y la andanada empresarial que ha instalado en nuestro país verdaderos retails educacionales, es que se posibilita el surgimiento de movimientos como los Cine Clubes universitarios, quizá la fuerza mas importante en cuanto a cantidad dentro del movimiento cineclubista, y que generalmente es desarrollado por académicos y estudiantes que posicionan una mirada disidente contra convencionalismos de la educación tradicional en el campo del cine. Así, la posibilidad de estudiar de forma horizontal un filme, dialogar con el autor, proponer tesis por medio de ensayos y críticas o intercambiar puntos de vista sobre diversos discursos, son finalmente posibilidades de formar espectadores no necesariamente en torno a las características técnicas de un film (quizá la mirada mas reaccionaria sobre el rol de un Cine Club), sino que se transforma en un detonante que permite enfrentar el mundo con otros ojos, una mirada que alerta al espectador, apareciendo ante los ojos de todos el carácter social y el valor histórico de esta expresión, su valor documental y discursivo, a veces poco cómodo pero finalmente lo que constituye una película como tal. Así, el Cineclubismo universitario en nuestro país tiene la responsabilidad de ser un eje articulador enfocado a la amplia comunidad, cuyos objetivos si bien oscilan de acuerdo a cada agrupación, constituyen el accionar mas concreto de que la Universidad estatal debe abrirse a su entorno con urgencia, capacitar  y “abrir cabezas” con el fin de democratizar y posibilitar que quienes no tengan acceso a la formación en cine –una de las carreras mas caras en nuestro país- puedan igualmente acceder a conocimiento de nivel, pero simultáneamente pluralista, popular y transversal.


La gratuidad del cineclubismo se transforma así un factor importante que si bien no es norma para el total de nuestras agrupaciones, en el mayor de los casos representa la actitud que debiese evidenciar la universidad estatal, quien debe hacerse cargo no solamente de formar a la sociedad de manera amplia, sino que de generar espacios paralelos que permitan poner en acceso la cultura a todos por igual, derribando fronteras propias de la cultura de elite y, por ende, de clases privilegiadas, algo que en nuestro país ni siquiera representa conflicto para los ojos quietos de miles de trabajadores públicos y privados que no hacen sino proponer discursos bajo ciertos imaginarios progresistas, pero en la práctica tremendamente uniformes, convencionales y acomodaticios. Esa forma de entender la cultura como un “espectáculo de entretención” no es muy distinto a como se planteaba a comienzos del siglo XX, donde la cinematografía populista era muchas veces objeto de circos o números de variedades, relegando el “alto arte” a las clases burguesas y pequeñoburguesas citadinas. Hoy, el cine nuevamente se enfrenta a esta dicotomía, también como producto de lucro, sobre todo cuando entendemos que las pantallas nacionales son colonizadas en un 90% por el cine industrial norteamericano, mientras que por razones netamente del mercado, se  discrimina a películas de países vecinos como Bolivia, Perú, Uruguay, Colombia o Venezuela, por nombrar solo algunos de los países de los que en nuestro país no se conoce prácticamente nada.

El rol de los Cine Clubes, unidades que nacen en Chile en los años cincuenta precisamente en un contexto similar con gobiernos de derecha y estados del cine empantanados por la violenta irrupción del cine-negocio norteamericano, hoy se hace tremendamente importante principalmente por significar un espacio transversal de encuentro entre académicos y estudiantes, pero también de la comunidad que asiste a intercambiar libremente ideas y a la vez a realizar reflexiones criticas sobre los discursos que propone el arte cinematográfico en su afán de transductor histórico, estético y social. Entender el cine como un alienante o un espectáculo domesticado es simplemente entender la relación mediática que se propone desde el mercado y no desde la cultura o la sociedad, y es precisamente el eje educacional y formacional aquel que motiva y propone el espacio que brinda el Cine Club, mas aún si es desde la academia universitaria.

“De la teoría a la acción” es quizá el motivador de los cineclubistas universitarios nacionales. Autogestionados y muchas veces ignorados o minimizados comunicacionalmente por la propia institución, el empeño por formar  espectadores no solo de cine es mayor, ya que propone una construcción social que se desenvuelva de forma mas libre gracias a la reflexión que permite la cinematografía, arte de síntesis particularmente en esta época medial donde la eventualidad se antepone al trabajo prolongado y con fines bastante mas concretos que la abstracción político-partidista, muchas veces el enemigo principal de la educación pública.



Reflexionar en torno al rol de los Cine clubes en Chile y su rol como articuladores de una nueva estrategia de formación horizontal, significa instalarse en una posición privilegiada frente al abismo que es hoy el sistema capitalista que rige a la academia, algo que bien conocen quienes han sido dueños de una universidad, un instituto o un colegio, y que evidentemente no podrán entender y acoger demandas que provienen de la lógica social, movimientos donde debemos sumarnos como cineclubistas proponiendo nuestras herramientas a una sociedad cuya mirada está nublada por el sensacionalismo de los medios de comunicación que no son sino empresas de explotación rendidas al poder del capital, algo que quizá se busca instalar radicalmente en la Educación. Entregar a la sociedad puntos de vista alejados del oficialismo pero cercanos al lenguaje propio de nuestra gente es prioritario, urgente y a la vez el motor de una actividad que en los últimos años se ha posicionado sin mayores apoyos pero fundamentado en la autogestión y la motivación propia de dotar al común de las personas de mejores herramientas para enfrenar al sistema.

Por Luis Horta
(Académico de la Universidad de Chile, Universidad de Valparaíso y la Escuela de Cine de Chile. Coordinador general del Cine Club de la Universidad de Chile y miembro de la Red de Cine Clubes de Chile.

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