(Artículo en Revista "CINE-CLUB" nº1 del Cine-Club Progreso
México D.F, Abril, 1955)
De todas las artes, el cine es la de mayor alcance social. El cine "muestra las cosas, las da a conocer más fácilmente que los libros y los relatos" y para ello se vale -ha dicho Georges SADOUL- "de todos los recursos de las artes, los del teatro y de la literatura, los de la pintura y la arquitectura, de la música y la poesía". De ahí que sea el cine el mejor medio de enseñanza para los pueblos.
Sin embargo, el cine comenzó con Edison a ser un comercio y hoy representa una de las más importantes industrias. Muchas firmas monopolistas, sobre todo norteamericanas, han llegado a dominar de tal manera este comercio que además de fabricar y distribuir cintas en su país también se hacen abrir las grandes puertas de buen número de países. Pero esta industria se encontró con el serio inconveniente de que las películas requerían un consumo en masa mientras que para su conveniencia había que impedir el nacimiento y desarrollo de un cine que respondiera a las verdaderas aspiraciones populares -como señala Lous DAQUIN-. Así se organizó el "consumo forzado de esta mercancía" y se le dio particular atención "al contenido de esta misma mercancía" a fin de construir el espíritu y la mentalidad de los espectadores. Desde entonces, el cine comenzó a perder su carácter de arte social para acentuar su carácter comercial y propagar la ideología de los fabricantes.
Para defender lo artístico, lo humano y lo educativo del cine aparecieron en 1920 en París, los Cine-Clubs, gracias a Louis Delluc y Ricciotto Canudo, los cine-clubs agrupaban a los espectadores interesados en el buen cine, y de hecho se convirtieron en organizaciones de vanguardia donde se luchaba contra el mal uso del cine y se estimulaban las innovaciones técnicas y los aportes personales.
Luego, cuando Hollywood pretende dominar los cines nacionales, los cine-clubs hacen suyo el deber de defender la industria nativa, de estimular y proteger a los cineastas más conscientes para que luchen y protejan al cine nacional. Así ocurrió en Francia e Italia en la primera postguerra, y con más energía y éxito aún, después de la segunda contienda. Un gran movimiento de cine-clubs, reunidos en la Federación Internacional de Cine-Clubs, y que abarca sobre todo a los cine-clubs de Francia, Italia, Bélgica, etc. ha hecho posible que los cineastas europeos den la batalla con éxito ante la arremetida feroz de Hollywood.
En México, donde el cine nacional pasa por un periodo de peligrosa crisis, los cine-clubs deben desempeñar un importante papel. Las condiciones que pesan sobre el cine nacional le ahogan y le alejan lastimosamente de la labor mexicanista que le incumbe realizar. El cine mexicano no echa raíces en nuestro pueblo, en nuestras cosas, y por ello son tan escasas las producciones de valor y tan marcado descenso en la estima mundial. Hay pues que salvar nuestro cine de esta aguda crisis. Y ello pueden mucho los cine-clubs, al empeñarse en reivindicar, antes que todo, el valor artístico, educativo, humano y de solaz esparcimiento del cine por encima del mercantilismo antinacional y sin escrúpulos.
En México los cine-clubs son escasos, pero bien puede suplantarse el escaso número por un decidido y grande empeño en propulsar un movimiento popular en favor del cine. Es posible formar una vanguardia de espectadores que presionen sobre los productores, directores, y en general, los fabricantes de films para que éstos respondan más a la necesidad del país. Uniéndose los cine-clubs existentes en una Federación Mexicana de Cine-Clubs formarían una valiosa trinchera de lucha que ofrecería a los cineastas la posibilidad de discutir problemas con el público y de recibir de éste el calor y el apoyo que requieran en su trabajo.
Los cine-clubs deben centrar sus actividades en la defensa del cine nacional. Deben reivindicar el film mexicano. Insistir en la posibilidad y necesidad de hacer buen cine. En fin, provocar amplias y provechosas discusiones entre sus miembros para que éstos se compenetren en la responsabilidad que les incumbe en esta batalla por el cine nacional.
Es decir, los cine-clubs deben hacer que los problemas del cine no se discutan en las oficinas de los productores o en otros círculos cerrados, sino que sean del conocimiento público y que éste los discuta y ofrezca apoyo a los cineastas que luchan por soluciones o planteamientos justos.
Extraído del libro "Manuel González Casanova: Pionero del cine universitario"
de Gabriel Rodríguez Álvarez, 2009
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