martes, 22 de mayo de 2012

La sesión cineclubista como acontecimiento

 
 
Extracto del texto publicado en el blog "Cròniques cineclubistes"
Por Julio Lamaña(Barcelona), 
Secretario General de la Federación Internacional de Cineclubes (FICC)
 
¿Qué perdió el cine en estas últimas décadas?
Quizá si el cine perdió algo de antaño, fue su capacidad de referirse así mismo como acontecimiento significativo. Los mayores de 30 años recordamos grandes colas en los cines, tremendos estrenos exclusivos en las pantallas de las salas de nuestras ciudades. Era un público “entusiastamente esclavizado” que esperaba los largos meses necesarios para que llegaran los exitazos hollywoodienses o sufría los años de paciencia para que los grandes premios de Cannes o Venecia llegaran a las pantallas de arte y ensayo. La exclusividad de la pantalla del cine otorgaba a las películas el caracter de acontecimiento único, de momento especial, que la contemporaneidad ya presenta como diluído. Ahora las nuevas formas de ocio y la multiplicidad o lo disperso de las pantallas ha relativizado el fenómeno del cine como espectáculo exclusivo, donde el público antes entendía de forma significativa que estaba asistiendo a un momento especial, a un acontecimiento memorable. En los procesos de cambio que el cine está sufriendo, hay pocos trabajos de estudio sobre lo que está significando que el cine ya no sea un momento importante en la vida del público. Esa desafección está en la base de la pérdida de público de las salas de cine.

Cineclubs y público
Los cineclubs han trabajado desde su nacimiento en la formación del público, considerando el cine como un objeto de estudio y un artefacto que sirve para la cohesión social a través del diálogo y de los procesos de compartir, entendiendo el cine no tanto como pura diversión (aunque también) sino como ese momento significativo que se produce cuando al público se convierte en parte esencial del proceso de la exhibición cinematográfica. Creo importante considerar que la relación cine y público ha avanzado en paralelo por caminos muy distintos si consideramos las dos motivaciones esenciales para proyectar cine delante de un público: bien desde objetivos empresariales, bien desde lo no lucrativo, donde cineclubs y asociaciones llevan trabajando desde hace más de 80 años.
 
(...)
 
Cineclubs, manifestación asociativa, heredera de La Fiesta, del “acontecimiento” popular

El cineclubismo comparte con el asociacionismo popular tantísimas cosas. Generadora de cultura popular, el cineclubismo permite la creación de discursos no hegemónicos que representan a una parte de la sociedad que visiona las películas. Alejada de la política institucional o oficial, la de las élites, la cultura popular es la que produce el pueblo, organizado. Un cineclub es la forma más clara de organización del público. La cultura oficial ejecuta productos culturales manufacturados, sin importarle en esencia el público. Han de ser asimilados tal cual. La cultura popular es aquella que es producida y es apropiada por la gente. Gente, pueblo, la plebe, o como Gramsci significó clases subalternas. Cultura viva, cultura vivida, cultura popular.

Esa tradición popular, esa presencia histórica de La Fiesta como elemento subversivo, crítico y antihomogeneizador está en la base para el desarrollo de acontecimientos significativos, momentos memorables e importantes en las proyecciones cineclubistas.

El cineclubismo, enfocado desde esta perspectiva tiene la capacidad, al contario que los modelos empresariales, de producir acontecimientos significativos bajo la forma de exhibición cinematográfica. Estas sesiones cineclubistas pueden funcionar, al igual que La Fiesta como elemento generador de un discurso propio y popular, alejado (o no) tanto del del autor, como del discurso dominante. En cuanto que intervienen factores como la oralidad, el debate, el texto y el diálogo, la capacidad “subversiva” de estas sesiones, las convierten en acontecimientos sociales significantes. Y recogiendo ese testigo proviniente de la cultura popular, abordaré algunos aspectos más prácticos para conseguir que nuestras proyecciones cineclubistas sean proyecciones únicas, “divertidas” (W.Benjamin) y sean capaces de generar nuevos discursos a partir del discurso del film y de su autor.

¿Cuales son las diferencias significativas entre una exhibición comercial y una que no lo es?

Decía al principio que el cine comercial está perdiendo lo que tuvo de excepcionalidad en el pasado. Las proyecciones en 3D, la retransmisión de opera en directo o de acontecimientos deportivos van en ese intento de recuperar la exclusividad que han ido perdiendo a favor de otras pantallas. Yo parto de la idea de que no existe competencia entre las salas de cine (cultura de masas) y la red de cineclubs (cultura popular). Sus objetivos son tan diferentes que permiten tanto a unos como a otros construir estrategias diferentes en la organización de una sesión de cine.

Primero tendré que avanzar que generar una sesión que pretenda ser un acontecimiento, genera un esfuerzo suplementario. No basta con programar y esperar sentado que el público corra a nuestras salas cineclubistas. Pero si queremos aumentar la media de asistencia del público, tenemos que ver si vale la pena o no, invertir tiempo y esfuerzo. Puesto que pienso que solo así conseguiremos un público satisfecho, parto de la idea de que si vale la pena.

La oralidad

Que al público le gusta dar su opinión y escuchar la de sus semejantes, no tendría que sorprender a nadie3. Para los cineclubs, dar la palabra al público será romper con la idea de que el film solo incorpora un único discurso, el del autor. Y conseguir así que a través del público se construya un nuevo discurso, que enriquecerá la vivencia por parte del público del film visionado.

El POC (Pratiques cinématographiques orales) grupo de investigación de la Universidad de Montreal y que estudia la relación de la oralidad en el cine está incorporando recientemente en sus análisis la práctica cineclubista como ejemplo del uso de la palabra en la exhibición cinematográfica 4.
Lo ideal para el debate cineclubista es contar con la presencia del realizador o alguna persona del equipo, pero eso no es siempre posible. De todas formas, los cineclubs deberían tener una línea de promoción del cine nacional, en la que pudieran dar cabida regularmente a la presencia de realizadores o miembros del equipo en las salas cineclubistas.
Para aquellos casos en los que no hay presencias, tenemos otras alternativas. Esa oralidad como expresión soberana del público no se da solo en las salas sino que es frecuente que continue en espacios como el halls de los cines, en bares o directamente en la calle. Los cineclubs deberían fomentar estos espacios de oralidad al finalizar la exhibición. Esos espacios de distensión favorecen la aparición del diálogo, de la propia opinión del público. Tener en cuenta estos aspectos favorecerá que el público retenga en su memoria esa sesión considerándola como un “acontecimiento” significativo.

Valores añadidos en la regularidad de una programación cineclubista

Cuidar las sesiones regulares con el objetivo de que todas sean especiales nos ayudará por un lado a fidelizar a nuestro público y por otro a cumplir con esa tarea que históricamente el cineclub ha venido realizando: la formación del público. Como por ejemplo con las típicas hojas de sala que incorporan la información sobre el film. Pero también hay elementos que los cineclubs podemos trabajar y que fomentan esos espacios de proximidad en los que las proyecciones de cineclub se acaban convirtiendo. Recibir al público personalmente, darle la hoja de sala en mano son gestos que favorecen ese trato amable entre iguales. No es para nada extraño que la entrada a la sala se convierta en un cruce de frases preguntando por amigos comunes, la salud de los familiares o una cita para otro espectáculo. Solo en estos ámbitos asociativos se dan estos marcos de confianza tan especiales.

Conclusión
Este texto pretende por un lado reivindicar el pasado de la cultura popular como generadora de acontecimientos significativos para las personas, que quedan en la memoria, y por otro lado generar una reflexión alrededor de todo lo que se puede realizar desde el cineclubismo para que nuestras sesiones sean eventos especiales, generadoras de momentos significativos para la comunidad cinéfila.

Julio Lamaña

1Para esta parte ha sido importante el artículo de Jordi Bertarn sobre “La Fiesta” como fenómeno comunitario. Las fiestas relacionadas con el calendario agrario, el Carnaval, las fiestas del solsticio... que desde el siglo XII estan presentes en nuestra cultura mediterránea. Jordi BERTRAN. La Festa: la il·lusió del permanent des de la transformació contínua. Revista Cultura. N.1. Barcelona 2007.
2El ball dels vells (Tarragona)
3En la sesión de mi cineclub del día 20 de enero 2012 se proyectaban dos documentales de una escuela de cine. Durante el debate la situación se fue calentando debido a la disparidad de opiniones. Una persona entre el público realizó una reflexión. Comentó que era una suerte disponer de espacios de diálogo, incluso cuando eran así de controvertidos, después de una proyección. Que a veces uno podía tener la impresión, al finalizar una proyección, que todo el mundo estaba de acuerdo, que formaban parte de un todo. Solo el debate mostraba lo encontrado de algunas opiniones y la riqueza de descubrirse diferente e igual a otras personas.
4http://www.poc.uqam.ca
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario